María Antonia Horrach: “La vida nos hizo un regalo que nos duró 25 años y me siento afortunada de todo lo que viví con Luis”

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Cuando se cumplen dos años del trágico fallecimiento de Luis Salom en el circuito de Barcelona, su madre, María Antonia Horrach, ha querido hablar abiertamente de su hijo en una entrevista concedida en exclusiva a Irene Aneas, traductora de Movistar Plus.

Es la primera vez que habla abiertamente de todo lo que siente después del vacío infinito que le dejó la muerte de su hijo, al que le unía una relación muy especial. Él era su ángel y ella su debilidad. Jamás salía a pista sin darle un beso y sin acariciar su melena rizada, esa que se cortó para colocarla entre los dedos de su hijo en el féretro.

En su casa son todo recuerdos. Desde fotos hasta el pase de paddock que paseó por cada circuito con su amado Luis.

En este reportaje, titulado de ‘María a Luis’, la progenitora del querido ‘Mexicano’, se muestra fuerte, aunque la procesión vaya por dentro. “Me sentía como en deuda con Luis. Cuando se marchó me escondía, me sentía muy vulnerable y ahora me apetecía hablar de él”.

Con su melena rizada y una tímida sonrisa, recuerda aquel 3 de junio y asegura que sacó fuerzas tras el trágico momento, porque “no le hubiera gustado ver a una madre destrozada. Luego me bahñe del mundo, me desconecté de todo, quité la tele, las redes sociales. Era tan intenso el dolor. Para esta situación no hay palabras. Me daba miedo ver algo que fuera peor que lo que viví allí”.

Ahora tiene una nueva ilusión. Su nieto. “El hijo de mi hija mayor. Es un regalo. Mi hija estaba embarazada de dos meses cuando Luis murió y me dijo que se quería que se llamara como su hermano. Me daba mucho miedo. Al principio le llamaba el pequeñín, el bebé , pero ahora ya le llamo Luis. Es una alegría para mí”.

No duda un momento cuando afirma rotunda que “hay un antés y un después en mi vida. Me falta la enegría de Luis. Esa alegría, Era un huracán de positividad y eso ya no está”.

“Hay un único sentimiento que nos mantiene unidos, que es el amor hacia Luis. Él sigue formando parte de todo lo que hacemos en cada momento. Por la complicidad que había con él, sabíamos lo que quería”, cuenta mientras en su casa se ven todos los recuerdos del 39″.

Asegura, entre sonrisas y no sin cierta nostalgia que “cualquier decisión que había que tomar a nivel familiar, hasta si me tenía que comprar una falda, se lo consultaba a él. Y le hacía caso. Sabía lo que me iba a quedar bien”.

Jaime, el hermano pequeño de Luis, tiene una enfermedad desde pequeño y según cuenta María, Luis lo protegía tanto que no sabía cómo decirle que él se había ido para siempre. ” Yo estaba destruida y no sabía cuál iba a ser su reacción. Evitábamos hablar de él en las reuniones familiares. Seis meses, un día que nos quedamos solos por la noche, iba a hablar con él. En ese momento me dí cuenta que lo sabía y Jaime me dijo que su hermano estaba ahí y nos estaba protegiendo”

Cuenta que a raíz de la inmensa pérdida que sufrió “me han llegado historias increíbles de gente que lo conocía. La gente por la calle me dice tú eres la madre de Salom”. La primera victoria en Indianápolis fue la más especial. “Estaba invadida de felicidad por él. De allí salió la famosa frase de ‘Cabalga, Mexicano, cabalga’.

María intenta volver a la normalidad poco a poco, a pesar de que “ahora me dejo llevar por la vida. No planeo nada”.

No para de recordar anécdotas, como el día que le dijo que se iba a hacer su primer tatuaje o la noche que la dejó media hora encerrada en el balcón de un hotel de Italia porque salió a fumar. Además no olvida que su hijo se desvivía con las personas con problemas y que siempre estaba dispuesto a reírse.

Salom rezaba antes de cada carrera no para ganar, sino para terminarla. “La fe que tenía no sé muy bien de donde le venía. En casa no lo hablamos muchos. Él empezó con su pequeño altar. Iba a rezar a la Virgen de Lluch y luego se quedaba un rato. Y luego ya subimos nosotros. Ahora lo hacemos. El día de su aniversario, que le llevamos 39 rosas, y el de su cumpleaños, que le llevamos 26”.

“Los años que estuvo aquí fueron un auténtico regalo. La vida nos ha hecho un regalo que nos ha durado 25 años. Luis vivía muy rápido. Era imposible seguir su ritmo, pero me considero una afortunada por haber vivido todo lo que pude vivir con él”, asegura, mientras duda que pueda volver al paddock algún día, “porque yo iba allí por él y ya no está”.

Y como dice Irene Aneas, María es una lección de vida. Un ejemplo de mujer, que dice que “Luis está con nosostros en nuestro corazón. Está lleno de amor y este amor me ayuda a continuar”.

Gracias, María, por abrir tu corazón. Gracias, Irene, por emocionarnos con una persona a la que todos los que amamos el motociclismo queremos y respetamos, porque ella era un ángel y Luis se sentirá muy orgulloso de verla allá donde esté.