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Valencia se prepara para acoger este fin de semana el GP de Europa, una prueba que bien se puede considerar el fracaso de la ambición. El fracaso porque ahora mismo el país no puede permitirse acoger dos carreras de Formula Uno con apenas un mes y medio de diferencia.
La crisis ha hecho mella en todos los sectores, pero si además estamos hablando de lujos, son pocos los que están dispuestos a rascarse el bolsillo (y más al precio que cuesta una entrada de tribuna) para ver un espectáculo (eso no lo puede negar nadie) que en televisión emiten con todo lujo de detalles.
Cuando Ecclestone dio el sí quiero al circuito urbano de Valencia para acoger la Formula Uno fueron muchos los que se frotaban las manos pensando en el gran negocio que podía suponer para la ciudad. De hecho, en 2008, en su estreno, las entradas se vendieron como churros y todo el mundo estaba tan contento.
Hoy, cuatro años después, cuesta, y mucho, que alguien compre una localidad para ver los coches. Las pérdidas son muchas y esos que se frotaban las manos ahora se las llevan a la cabeza. Pero el contrato con el dueño de la F1 no se puede romper, y hay que tirar para adelante como sea, ya que las pérdidas serían aún más cuantiosas si se anulara.
España, incluída la Comunidad Valenciana, no está para hacer grandes alardes económicos. Con un rescate (o lo que sea) a la espalda y cinco millones de parados, pocos se plantean acudir al trazado urbano a ver en directo a Alonso, Hamilton o Vettel.
Y eso que, además, este año el espectáculo está más que garantizado viendo las siete carreras que se han disputado hasta el momento, y que el asturiano, por fin, tiene un coche competitivo con el seguramente «volará» sobre las calles valencianas, alentado por los privilegiados que puedan permitirse estar allí y, como no, por todos aquellos que firmaron este ambicioso fracaso, pero que van ampliando su particular álbum de fotos año tras año, aunque sea a costa de dejar las arcas del pueblo vacías.