Tuvo que llegar Fernando Alonso para romper esa estadística que decía que nadie que hubiera partido más allá de la tercera posición en parrilla ganaba en Montmeló.
Pues bien, el asturiano partía quinto, dos más atrás todavía y cruzó la meta en primer lugar tras una carrera impecable del piloto de Ferrari y una perfecta estrategia de equipo, que permitió al español liderar la prueba durante casi dos tercios de las vueltas programadas, para deleite de los cerca de 95.000 espectadores que llenaban las gradas del trazado catalán y de la marea roja que disfrutó como nunca de ese éxito.
El camino hacia la victoria de Alonso empezó en la salida, donde remontó hasta la tercera plaza, superando a Hamilton (con unos gravísimos problemas de degradación que le alejan de su posición de favorito para luchar por el título) y a Raikkonen, que finalmente fue el enemigo a batir casi hasta el último suspiro.
Rosberg, que partía desde la pole, aguantó el tirón como pudo, sabiendo que llevaba a Vettel a sus espaldas y que sus ruedas no tenían vida suficiente como para mantener esa primera plaza. Y así fue. El alemán de Red Bull pasó a su compatriota y a partir de ahí comenzó la devacle del otro Mercedes, que también vio como el Ferrari de Alonso le pasaba como una bala.
El asturiano comenzó a mejorar tiempos vuelta a vuelta, cuidando neumáticos y haciendo unos pit stop de libro, que le permitieron dejar atrás a su máximo rival en el Mundial y empezar a soñar con algo que, en principio parecía imposible. A partir de ahí, pasó a Vettel y sólo empezó a contar como “enemigo” el Lotus de Kimi, que devoraba los tiempos sin piedad, pero que al final no pudo con el frenético ritmo del Ferrari.
A doce giros del final los dos favoritos para alzarse con el primer cajón del podio realizaban su última parada en boxes. El español tenía el tiempo suficiente para poder afrontar con relativa calma el final de la carrera, al tiempo que la grada se calentaba al rojo vivo a medida que veían que se acercaba la bandera a cuadros.
La locura llegó cuando un Alonso exultante cruzó la línea de meta como ganador de un GP de ensueño, de esos que marcan un antes y un después en la trayectoria de un piloto. El asturiano cogió una bandera de España y se dio un auténtico baño de masas en la vuelta de honor, a sabiendas de que ha superado ya el número de victorias de Nigel Mansell y que se acerca cada día a la cima de los grandes de la Fórmula 1.
Raikkonen logró un merecidísimo segundo puesto, mientras que Massa fue tercero, consiguiendo un doblete de Ferrari que hizo que la marea roja vibrara como nunca en el único gran premio que español del Mundial en 2013.