Era, sin duda, una de las imágenes más esperadas del año. El reencuentro de Valentino Rossi y Marc Márquez tras el incidente de Sepang y todos los acontecimientos posteriores que deterioraron seriamente una relación que sólo unos meses antes se antojaba idílica entre ‘maestro’ y ‘aprendiz’.
Algunas imágenes en pista en los test oficiales de Australia o Malasia ya dejaron ver la ‘distancia’ que parecen haberse marcado, y que no será fácil de mantener cuando el semáforo se apague el domingo y comience la primera carrera del año en la noche del desierto catarí.
Puntuales a su cita con la rueda de prensa en el circuito de Losail (hay que recordar que el nuevo reglamento obliga a los pilotos a cumplir con todos los compromisos de prensa y publicidad), ambos llegaron por separado a la comparecencia con los medios, acompañados de sus hombres de confianza.
Días antes de este encuentro ambos habían ‘calentado motores’ y habían empezado un nuevo cruce de declaraciones que dejaban entrever que las espadas siguen en alto y que ninguno de los dos va a dar su brazo a torcer. En mitad de la nada, Jorge Lorenzo, el tercero en discordia, y principal beneficiado de esta batalla, que en Cheste sumó su quinto campeonato del mundo.
El primero en llegar fue Rossi, muy pendiente de su móvil. Allí se encontró con Iannone, con quien rápidamente inició uja amena conversación.
Márquez llegaba a la sala de prensa unos minutos después. Ni tan siquiera se ha acercado a la dependencia donde estaba el italiano. Ambos esperaban la llegada de Lorenzo, que lo hizo con retraso. Dentro de la conferencia de prensa ni una mirada, ni un saludo, ni tan siquiera una mención. Indiferencia total entre ambos corredores.
Entre medias, Iannone, del lado de su compatriota, y Pedrosa, junto a su compañero Marc Márquez, mientras Maverick Viñales ‘disfrutará’ de uno de los momentos más esperados del mundial. Esperemos que haya ‘fumata blanca’ y que, al menos, el respeto reine en la pista.
La afición quiere espectáculo, pero del bueno. Ojalá 2016 nos depare 18 carreras como la que vivimos en Australia en 2015. ¡Mucho gasssssssss!